Un problema de alimentación se empieza a desarrollar
cuando estímulos como la comida, la gordura o la delgadez empiezan a verse en
términos positivos o negativos (en función del caso). Si la delgadez se torna
algo muy valorado por la persona y la gordura se convierte en algo que
genera mucha aversión y malestar, podría ser que la persona empiece a imponerse
dietas y a realizar otras conductas encaminadas a lograr este fin (ej. Realizar
mucho ejercicio). La intensidad y la frecuencia de estas conductas dependerá de
muchas variables que influirán en el curso que tome el problema, y ahora sí, en
este punto, rasgos como la
impulsividad, el perfeccionismo o la rigidez, pueden ser variables que influyan
en el desarrollo del problema y la intensidad que adquiera .
La noticia enlazada al comienzo de esta entrada, trata
precisamente este tema que se acaba de exponer: En ella se dice que se han
encontrado ciertas alteraciones en los circuitos de dopamina en los obesos y
anoréxicos, y que ambos muestran comportamientos anómalos relacionados con la
impulsividad, la toma de decisiones. Han encontrado además rasgos bastante
frecuentes en la mayoría de los obesos y de los anoréxicos. En la línea de lo
tratado, todas estas variables de personalidad y neurocognitivas no pueden
identificarse como las causas del problema, sino más bien como variables que influyen
y/o forman parte del problema, lo que no es lo mismo. Recordemos que ni todo
impulsivo, ni todo perfeccionista, ni todo el que tiene dificultades para tomar
decisiones, tiene un trastorno de la alimentación… lo que quiere decir, que hay
algo más en la raíz de esos problemas.
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